miércoles, 4 de enero de 2017

La Pareja

En una aldea diminuta, perdida y alejada de todo mundanal ruido, se sentaban un anciano y su nieto mayor a la puerta de su casa. En aquel lugar diminuto, perdido y alejado era muy difícil cruzarse con algún foráneo durante la jornada. Su casa estaba en el medio del cruce de dos carreteras, una hacia la ciudad y otra hacia un pueblo vecino.
El hombre mayor no hacía nada, su mente perdida la tenía ocupada pensando en tiempos pasados. Tiempos en los que el ir y venir de los vecinos era frenético. Tiempos de una única radio compartida, de una única tienda que vendía todo, de los niños y los no tan niños compartiendo una única aula, las cartas, la iglesia, las tierras... 
A partir de los 60 el pueblo empezó a despoblarse. Ahora eran muy pocos.

Ya no había ruido, ya no había risas.

Aquella mañana vieron venir un coche. El vehículo se fue acercando hasta ellos. Cuando estuvo a su altura la ventanilla bajó. La cara de un hombre pálido y nervioso apareció.

"Por favor, vengo huyendo de un lugar donde las personas son malas y desagradables. ¿Podrían indicarme un pueblo o ciudad donde las personas sean buenas y atentas?".

El anciano contestó sin levantar la mirada

"Tome cualquier carretera, hacia la ciudad o hacia el pueblo".

El conductor subió la ventanilla y atribulado, se dirigió a la ciudad. No pasaron más de veinte minutos cuando otro coche se paró delante de la pareja.Hoy era un día de frenético tráfico.

"Buenos días, de donde vengo las personas son zafias e impertinentes. Me tratan muy mal. Busco un lugar en el que las personas sean educadas y consideradas".

El anciano contestó sin levantar la mirada

"Tome cualquier carretera, hacia la ciudad o hacia el pueblo".

El conductor se dirigió hacia el pueblo. El nieto consternado por la misma respuesta de su abuelo a los dos viajantes le preguntó: 

"¿Por qué das la misma respuesta a dos preguntas diferentes?".

El abuelo respondió mirándole a los ojos

"No te preocupes por cómo te trata la gente, preocúpate de cómo la tratas tú. Ellos se comportarán de igual manera contigo".

Una sonrisa conduce a otra sonrisa





jueves, 12 de febrero de 2015

Un partido de infarto

Hacia mucho frio. Me levanté con un ligero dolor en el pecho, pero lo achaqué a una mala postura al dormir. Desayuné lo de siempre, un Red Bull y un bollo. Todo muy natural y sano. Lo siguiente fue un cigarro.
Puse la televisión, eran las nueve y todavía quedaba una hora para la cita en el campo. Otro cigarro para acompañar la espera. Empecé a vestirme. Tengo cuarenta y seis años pero todavía disfruto poniéndome la ropa del futbol. Las medias, las espinilleras, las botas...Ese gusanillo que te recorre el cuerpo antes de jugar no me ha abandonado desde los ocho años.

Pero eso se acabó.

Cogí la bolsa de deporte, los balones y las botellas de agua. Mi mujer y mis hijos se quedaron en casa. Una vez leí que nunca te acuestes ni te levantes por muy tarde o temprano que sea, sin dar un beso a tus seres queridos. Yo ese día les besé.
Bajé al garaje. Antes de arrancar el coche, otro cigarro. Llegué al campo. Estuve hablando con amigos de otros equipos que estaban jugando. Nos reímos. Eran las diez y media. Último cigarro y al vestuario a cambiarme.

Hoy no voy a dar nombres de mis compañeros, para mi todos son importantes. El entrenador me dio la buena noticia, la mejor hasta ahora, "sales al principio". Alegría, cachondeo de los demás, frases como “hemos tirado el partido”, “menudo paquete”...típicos comentarios alentados por nuestro gran portero, una bellísima persona que incluso hace años tuvo que ser buen portero...actualmente sigue siendo sólo una bellísima persona.

Realicé el calentamiento, no noté nada raro. El problema estaba.

Comenzó el partido, otra vez el gusanillo actuó. Te sientes bien jugando, disfrutando de ese momento, los compañeros, la tensión, el frio, la adrenalina, la amistad.
Me sentía a gusto. Mi compañero número 10 estaba obsesionado en que persiguiera al 16, él es demasiado bueno para esos menesteres, claro.

Yo seguía corriendo sin problemas, pero el problema seguía estando.

Nuestros centrales subían a rematar los córneres ilusionados, creo que no han marcado uno desde que se inventó el fuera de juego.
Terminó la primera parte. El resultado es lo mismo. Vamos…que perdíamos.
El portero que había jugado al principio y yo nos reíamos en el banquillo, cosa típica en la Juve. Este portero suele ser reserva como los vinos, por su madurez en barrica y su calidad sobresaliente. Y ahí empezó todo.

El pecho empezó a doler. Tenia la sensación de que me estaban presionando con un instrumento de tortura. No podía respirar. El cuello me estallaba. Empecé a marearme y caí sujeto por el entrenador. Oscuridad.
Caras. Aquellos ángeles a mi lado dándome los primeros auxilios. Oscuridad. Los capitanes y los compañeros alrededor. Caras de médicos de amarillo. Voces. Tensión. Oscuridad. Color amarillo.
Ambulancia. “Se nos va…se nos va”. Dolor. Oscuridad. Voces. Vacío temporal. Otros ángeles con bata blanca y verde. Frio. Caras. Luces y frio.

“Javier”, “Javier”. Despierto. Abro los ojos.

Todo ha pasado, estoy vivo. Por fin veo a mi mujer. Alegría y lágrimas. Voy viendo a mis hijos, familiares, amigos, compañeros de trabajo...Ya no está oscuro. Todo es blanco. Color blanco que tendré que ir pintando a brochazos de vida poco a poco, día a día. Mensajes, llamadas, visitas al hospital. Cuidados, regalos, homenajes, compañía, cariño. La palabra que más he dicho estos últimos días es “gracias”.

Ahora empiezo una nueva etapa, desconocida, alterada, pero a su vez ilusionante y con grandes retos. Tranquilidad, calma, poder sentir las verdaderas cosas importantes. La familia, la amistad, las relaciones.
Fuera el tabaco. No he mencionado las células madre, pero eso es otra historia.

El futbol se terminó. Al partido que estaba jugando le falta disputar la segunda parte. A mi la vida también me ha regalado una segunda parte y voy a jugarla con todas mis fuerzas.

Carpe Diem





jueves, 19 de julio de 2012

Saber


Necesito saber que se sabe lo que sé. No logro saber lo que sé. Pero sé lo que ella sabe  y es posible que no sepa más.

La sala de proyección estaba casi vacía. A mí las películas de miedo no me gustan pero aquella noche tenía necesidad de ir al cine. Me había quedado solo, ella me dejó. Cuando bajé por la calle, amenazaba lluvia. Me dirigí al cine de la esquina. Todavía subsistía aquel antro, yo creo que es una tapadera de otro negocio más oscuro aún. Y allí acabé, viendo una película que no quería ver.

Sé lo que creo saber y acabaré sabiendo lo que ella sabe.

Estaba sentado en una butaca vieja de cuero rojo. Hacía calor y el culo se me pegaba. Éramos tres personas. La silueta del dueño en la cabina se dibujaba con la lámpara del proyector. Era multiusos  y hacía labores de taquillero, acomodador, proyeccionista y de hombre de la limpieza. Con tantas funciones alguna se tenía que resentir, y la limpieza era la sacrificada. Un vagabundo dormía en una de las filas de atrás. Todas las noches pernoctaba allí. Olía a calle y el dueño siempre le ponía en las filas traseras por si venía algún otro cliente.

Necesito saber. Necesito saber. Necesito saber…

Para ser policía no soy muy valiente que se diga. Estas películas en las que aparecen niños y encima se suben por los techos a cuatro patas, me ponen de los nervios. Yo quería disfrutar de una película, necesitaba ver el parpadeo de las imágenes, sentir las sensaciones que un cine de barrio te ofrece. Pero aquellos niños cabrones me estaban jodiendo la noche. Me levanté. El calor me mataba. Quería algo de beber. Toqué en la cristalera de la cabina para captar la atención del dueño. También servía las bebidas. Pagué el refresco y decidí salir del cine, no soportaba más la sensación de miedo.

Acabaré sabiendo lo que no quiero saber, lo sé.

Al salir ya llovía. Me gustó la sensación de las gotas sobre mi cuerpo. Miré hacia el cielo como si estuviera en una ducha improvisada. Agradecí el agua refrescante. Apuré el refresco produciendo el clásico sonido de burbujeo. Lo tiré en una papelera y me apresuré a llegar a casa. Todavía me acordaba de la película y me producía escalofríos. El agua bajaba arrastrando papeles, como en aquella película de Berlanga en el que las banderas desaparecían por una alcantarilla. Seguí bajando la calle.

Es posible que al saber lo que sé, ella ya no quiera saber más.

Escuché pasos detrás de mí. Me giré instintivamente pero los pasos cesaron. Caminé más deprisa. Seguro que todo era producto de la película. Llovía con más fuerza, la sensación ya no era agradable. La calle no estaba muy bien iluminada. Otra vez escuché los pasos, pero esta vez no volví la vista. Aceleré. Los pasos aceleraron. Giré la esquina y eché a correr calle abajo. Las pisadas también aceleraron. Llegué al portal, estaba abierto. Subí las escaleras de tres en tres. Oía voces que me llamaban pero no las escuchaba.

Ya sé por qué ella me dejó, supe todo lo que tenía que saber.

Saqué las llaves, logré abrir con un movimiento rápido. Sentí la presencia de alguien jadeando detrás de mí. Di un salto y alcancé mi pistola que estaba en el recibidor. Un fogonazo alumbró toda la estancia. Un zumbido sordo aturdía mis oídos. Cuando pude restablecer la vista, adiviné en el suelo la figura de un hombre en un charco de sangre. El olor me era familiar. Me agaché hacia él. Con un pequeño resuello de vida y levantando un objeto con su mano derecha, el hombre pudo decir: 

- Aquí tiene… su cartera…se le cayó en el cine.

El vagabundo yacía muerto con un disparo en el cuello.


A veces las apariencias engañan.


martes, 10 de julio de 2012

Líneas paralelas


La historia de las personas es como un gran papel en el que la vida va trazando líneas con su implacable escuadra y su recto cartabón.
Empezó trazando líneas paralelas, múltiples líneas paralelas. Cada una de esas líneas representaba la existencia de una persona.
Millones de líneas se dibujaban alrededor del planeta. Cada una

domingo, 24 de junio de 2012

Mariposas de colores.


Si cantas, amas, descubres, compartes, ríes…las sombras se alejan. Acércate y vive. Lucha por reventar los pensamientos que atormentan el renacer de un ciclo nuevo.

Descubre la felicidad intentando tapar con un manto blanco,  los desórdenes que tu sendero marca en la vida. Define placeres y sigue la línea que

lunes, 11 de junio de 2012

El imbécil.


Desde los tiempos que el hombre es hombre, surgió la figura del imbécil, reproduciéndose de manera exponencial hasta nuestros días.
Imbécil es el que toca el botón que pone no tocar. Si estás en un semáforo siempre está el imbécil que pita nada más ponerse en verde.
Imbécil es el dependiente que no te da

sábado, 2 de junio de 2012

Manolete.

Siendo la programación en televisión un compendio de debates donde no se escuchaba a nadie, concursos telefónicos con premios absurdos, partidos de fútbol cada dos horas, informativos cada vez menos informativos…, surgieron infinidad de programas denominados, realitys shows.
Personajes que con gorra al revés y pantalones cuatro tallas más grandes, bailaban y bailaban. Otros se perdían en una isla a tomar por culo y se peleaban por encender fuego y por unos caracoles crudos. A otros les metían en

sábado, 19 de mayo de 2012

Los bolsos y el mechón.


Cada hombre, según una leyenda antigua, nace en el mundo con dos bolsos colgados de su cuello, uno delante y otro en la espalda. El bolso que lleva delante va lleno de faltas y defectos de los demás, y el bolso que lleva detrás, aún más grande si cabe, lo lleva lleno de sus propias faltas y defectos. Esto explica que el ser humano sea

miércoles, 9 de mayo de 2012

El Hombre Boa.


Un hombre ya entrado en años, pero no lo suficiente mayor como para dejar de jugar al paddle, tenía dos supuestas pretendientes, una joven y la otra mucho más vieja que él.
La verdad es que no era muy agraciado, de hecho era feo de narices. Solía salir sólo por el día, ya que por la noche la  proyección de

sábado, 28 de abril de 2012

El rey león


En un reino muy lejano, muy lejano… existía un rey muy querido, muy querido. Sus súbditos le tenían mucho aprecio, bueno todos menos un grupo de nostálgicos de tiempos pasados, que le insultaban y le proponían que dejara el trono. Otros pocos tampoco le querían, pues añoraban un reino dividido en pequeños señoríos feudales.

Todo en palacio era felicidad. Una prole de niños, producto de