sábado, 23 de enero de 2010

Dos jóvenes sedientos.


Una tarde de verano, en un centro comercial atiborrado de familias sin nada mejor que hacer, solitarios Rodríguez tediosos en visita al cine a ver una película que nunca pueden ver con los niños, púberes en sus primeras salidas con los amigos al Burger King, cuarenta grados en el exterior,… dos jovencitos se disponían a
sacar de una máquina de refrescos unos botes de Coca Cola.
Orgullosos ambos de sus cuerpos juveniles pero ya musculados, empezaron a discutir quién debería ser el primero en echar la moneda para sacar el preciado bote.
Perdona yo he llegado primero - Dijo el más guapo, rubio, alto
- Te equivocas, pero nunca he llegado el segundo a ningún sitio - contestó el menos guapo, menos rubio y menos alto.
Con las monedas alzadas al viento como dos espadachines a punto de empezar el combate, comenzaron una feroz discusión, lanzándose los mayores insultos que nadie en tres centros comerciales a la redonda había escuchado. 
Después de los gravísimos insultos… idiota, imbécil, tontolaba, no me saques la lengua que te meto…, pasaron a la agresión física.
El rubio descargó un tremendo puñetazo sobre el menos rubio, todavía con la lengua fuera con el gesto despectivo anterior. Sangrando por la boca y con el orgullo por los suelos, el menos rubio le dio una tremenda patada con sus Camper en la parte baja del abdomen, eso es… en los huevos. 
Los dos cayeron al suelo, y en  un momento de descanso, vieron a una tribu de pandilleros en espera que ambos se machacaran para robarles sus monedas y de paso quitarles las botas y las bebidas. Entonces, mirándose los dos, se dijeron:
- ¡Más vale que seamos colegas y no pasto de los enemigos y los pandilleros!

 Las discusiones tontas sólo sirven para alimentar a sus espectadores.

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